En Villa Soledad, un barrio de la capital salteña, la prostitución callejera dejó de ser un hecho aislado para convertirse en parte del paisaje diario. Vecinos y comerciantes conviven con esta actividad en calles y veredas a cualquier hora del día, una situación que, lejos de mejorar, se ha intensificado, trayendo consigo inseguridad y malestar.
“Esto no es de ahora, hace más de una década que estamos igual o peor. Los patrullajes son esporádicos y las chicas están en la plaza de la calle A. Fernández o entre Arias y Cornejo desde la siesta, no es solo de noche”, relata una vecina que vive allí desde hace 20 años.
El hartazgo llevó a algunos vecinos a actuar por su cuenta: anotan y fotografían las patentes de los vehículos que llegan y las publican en grupos de Facebook y WhatsApp. Aunque esta medida genera polémica, aseguran que es la única forma de visibilizar el problema y desalentar la actividad.
Pero la prostitución no es lo único que preocupa. El consumo de alcohol y drogas, las discusiones violentas y los autos que circulan lentamente generan un ambiente de tensión y peligro constante. La vida cotidiana del barrio se ha visto alterada, afectando incluso a los niños y adolescentes.
Las quejas formales se multiplican. Los residentes piden a la Policía controles más frecuentes y efectivos para devolver la tranquilidad. Sin embargo, la respuesta no convence: “Hacen un operativo, se hacen ver… y al otro día todo sigue igual”, lamentan.
Los vecinos advierten que, si no se toman medidas urgentes, el problema seguirá creciendo y con él la sensación de vivir en un lugar donde la inseguridad manda. “No podemos vivir así”, repiten, esperando que esta vez alguien escuche.